Hay
espacios en el cuerpo que se llenan con girasoles. No cubren vacíos que ahogan
el alma, pues quien muerto se halla no le revive ni la miel de las abejas. Son
esferas sin brillo, opacadas por las
ventiscas que atizan el corazón, donde el girasol se anida y canta una melodía
que borra las cicatrices. Se desborda un
bálsamo entre las venas, fluyen peces
bermellones, se acogen las constelaciones en los pensamientos, renace la vida
en una margarita.
©
Ruth Martínez Meráz (Texto e imagen)
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