20.12.13

Tengo una adolescente en casa


         Tengo una adolescente en casa, a veces tan llena de ternura y otras parece un gato huraño, no tengo una fórmula de cómo educarla, dicen que los primeros 6 años de la vida de cualquier ser humano son básicos para su futuro, pero creo que además de ello, no es una regla; la he visto crecer día a día, descubrir sus cualidades, talentos y defectos, he tratado de nutrir su corazón con las palabras que considero necesarias en el momento, estar en sus alegrías, respetar sus misterios, consolarle en sus tristezas, compartir ese mundo que la tiene absorta, a veces aislada de mí, de sus hermanos, respetar sus ideas, encauzarla a lo que más le conviene. Me siento impotente cuando no comprendo sus enojos, cuando no puedo adivinar sus sentimientos, cuando guarda para sí aquello que le atribula, más siempre trato de estar ahí, pronta, a tenderle la mano; tengo una adolescente en casa, tarea difícil para cualquier padre, nuestros hijos son tan únicos, cada uno tan diferente e incomparable, que es preciso recurrir al consejo de los viejos, compartir las experiencias con nuestros iguales, buscar soluciones, y apoyarnos en Dios, como un soporte moral y emocional en esta etapa de la vida, porque vivimos esa adolescencia al unísono, somos parte y jueces a la vez, somos cómplices y verdugos. Tengo una adolescente en casa…y cada día sabe Dios que me esfuerzo en hacer el mejor papel, ser positiva y alentarla en cuanto emprende, ser el instrumento adecuado para colaborar con sus metas, suplir sus inmediatas necesidades y ser la luz roja aún cuando le cueste trabajo respetarla; dificultosa labor ser padre, experiencia tremenda que la vida nos lega, paso quieto en camino sinuoso, con la fé y esperanza de superar la edad por la que todos pasamos alguna vez, sólo que ahora nos toca recorrer el pasaje que en otra ocasión nuestros padres tomaron con nosotros, con el mismo miedo, con la misma intensidad de emociones, con las mismas expectativas de tener un adolescente a su cargo. Tengo una adolescente en casa, no me quejo, llena de calor y color mi vida, ilumina mi existencia y la vuelve vacía cuando enferma, cuando su sonrisa se borra, cuando su corazón sufre; atesoro los momentos, un día la veré de manera distinta, todos evolucionamos – mi corazón da un vuelco -, ya no será una adolescente jamás, ya no vivirá despreocupada como lo hace ahora, perderá parte de la inocencia que aún conserva, pero será un mejor ser humano, estoy segura, habrán valido la pena estas vivencias, entre felicitaciones, quejas y consejos, pero siempre llena de amor, no conseguí un instructivo para formarla, pero siempre mantuve la firme intención de hacerla una persona de bien. Me siento bendecida de tener una adolescente en casa, mi hija.

Ruth Martínez Meráz ***

3.12.13

Intervalos

Espacios huecos en la memoria
 - tiempos al vacío -

vestidos de invierno
- rastros de fuego -.

Cicatrices en la piel
huellas perennes
rehusadas a morir.


Soplo de vida
en el desahucio,
un alma casi extinta
con intervalos de cordura.

Ruth Martínez Meráz ***