19.5.20

Muero



Muero lento cada día 
cae la noche y espero renacer en la aurora
encontrar la paz en el silencio de tu voz a mis oídos 
amar tu recuerdo 
sin reproches en el cielo
Muero cada día 
dejo de ser aquella que sonreía al contemplar tu mirada
suelo perderme cada vez 
en los momentos compartidos
en los sueños truncos
alentar mis latidos que desfallecen 
con el ritmo de tu nombre escrito en cada poro de mi piel
incrustado en las entrañas
de mis manos
en los bordes de mis labios
que anhelan tu sabor
muero sin el aroma de tus abrazos
sin la calidez de tu aliento 
perdida en mi regazo
Intento sobrevivir al temor del olvido
a tu ausencia en mis horas desequilibradas
el dolor circula por mi cuerpo
Muero y sobrevivo cada vez
atesoro los suspiros 
que me dejan amarte en la distancia
enmudezco cuando suena la melodía que trae tu rostro 
a mi resguardo
bebo tus besos a cuentagotas 
tan despacio 
que me aguanten y me inyecten vida
vida que dure hasta que se ponga el fin a mi existencia

©️ Ruth Martínez Meráz

12.5.20

Un respiro



«Te dije  que era inmenso Elías, aquí te puedes perder entre sus formas, quisiera mecerme entre ellas, o tal vez sólo sentir el algodón de su cuerpo contra mi piel». « ¡Estás loco Damasito!», contestaba Elías burlón. Aunque hermanos, eran tan distintos. « ¡Mira aquella!, parece un hombre de nieve en pleno verano, ¡Qué gusto, sin tener que pasar fríos! », parecía Damasito hablar solo. Elías seguía con la mirada fija. Era tan indiferente cuando se lo proponía. Casi caía la tarde, habían pasado aquel lunes de campo y en plena cuarentena en aquel lugar despejado, lejos del bullicioso, el fastidio del encierro. Saboreaban un rico elote. « ¿Por qué te gustan esas cosas Damasito? », dijo Elías señalando el cielo. «Yo no veo nada». Se recostaban otra vez en la hierba. «Te falta imaginación», contestó distraído Damasito; absorto dibujaba con sus dedos una imagen en el aire. Lizeth llegó para interrumpirlos. «Haber hermanitos, ya vayamos acercando sus bicis a la camioneta, dijo mamá que nos demos prisa, viene lluvia en camino». Elías de inmediato, tomó su bicicleta, decía que ya estaba cansado, sin dejar de reírse de Damasito, «¡Sigue bobo mirando el cielo! », reía.  Al otro ni le importaba. Lizeth regresó por él. «Ya deja de mirar, ¿ves cómo las nubes están cambiando de color?, pues nos va a alcanzar el agua, vente», lo jaloneó. «Son mágicas, ¿verdad Lizeth?», apuntaba con la vista mientras caminaban y su mamá ya se miraba desesperada. «Te parece? », dijo Lizeth sin aflojar el paso. «Si, lo son para mí. Me han regalado una tarde, imaginándome entre sus formas, me olvidé de los videojuegos, que ni entiendo a veces, nos protegieron del sol mientras jugábamos con las bicicletas, pude quitarme a Elías buen tiempo de encima, siempre está molestándome», sonreía. «Cierto, ¿cómo no lo había pensado así?, rió Lizeth, hasta me dejaron platicar a gusto con mamá». Ambos estallaron en una sonora carcajada. «¿Qué pasó? ¿De qué se ríen?», dijo Elías. Damasito iba apenas a explicarle, cuando sintió que Lizeth lo agarraba del brazo.  «¡No, ni lo va a entender!, deja que se tome su biberón». Elías ya se estaba dormitando en brazos de mamá; mientras, su papá silbaba contento.

© Ruth Martínez Meraz

8.5.20

Nocturno de un corazón


Escribo un verso
un verso que hable de nosotros.
Nosotros los desunidos
desunidos en un verso.


Te ato con mis palabras
en mis palabras desato mi rabia
la rabia que enseña
la rabia que en seña
del amor que no eras.

Que no eras amor de verdad.
En esta noche no eres ya mi luna
en esta noche no eres ya
lo que quise tener
lo que quise tenerte
lo que quise tenerte ayer.

Ayeres de mi memoria
ayer es de mi memoria
solo hoy olvido.
Olvido de los desunidos que antes eran uno,
uno que complementa otro corazón.
Corazón que antes era mío.


©️ Ruth Martínez Meraz