4.4.24

Los amarantos

 Es primavera 

el amaranto se viste

de imponente púrpura 

ilumina mi rostro 

provoca las palabras en mi pecho

El aire en mi jardín 

revolotea mi cabello

juegan las campanas de viento

anuncian versos por escaparse 

hacia el infinito 

- donde alguien los engulle, se sacia

desmenuza -

Alimento mi alma 

en la quietud de un libro 

me transporto 

- soy la chica italiana 

que quizá se quede mañana -

soy la espera, el tic tac 

de aquel que dejó partir su sonrisa 

y arriesgó su propio olvido.

Soy quien deletrea oraciones 

en mis labios 

y trazo el destino del naufragio 

donde te encuentras en un estío eterno.

©️ Ruth Martínez Meraz 



26.2.24

Mensaje

Se esparce mi aliento sobre la arena

caen mis pensamientos  sobre las aguas, 

las olas 

los envuelven,

se revolotean versos que buscan incrustarse en la multitud de caracoles  

- tal vez desean encontrarse entre tus manos, recitar en tu oído mi último poema -

Mis sentidos se asientan en la quietud del horizonte 

escucho la nada 

- murmura tu silencio -

me alcanza el atardecer absorta en tu nombre 

nuestras ausencias se palpan en el viento

- cierro mis ojos -

me abraza el canto de las aves 

prometen cantar mi último verso en tu ventana.


©️Ruth Martínez Meraz


 

28.1.24

Los tulipanes

 La pude observar por tanto tiempo que no imaginaba la influencia que tenía en mí el admirarla cada día, la sencillez con que vivíamos y la sabiduría que rodeaban sus actos me resultan hoy y entonces (aunque no lo percibía del todo), un acto de amor puro; tanto trajinar diario, sin escucharla haberse quejado por un instante, abnegada, sin nunca victimarse, amaba ser ella, tan transparente, resuelta, enérgica, más con un ánimo siempre dulce, así como suelen ser las mamás (sí, lo sé, hay sus excepciones), pero mi madre parecía incansable, tenía tiempo para todo; me llevó tiempo comprender cómo podía darse a sí misma entre todos sus hijos a través de sus actos plenos de cariño; tener las conversaciones de tarde bajo el árbol de mango, donde el café adornaba el aroma de las palabras en nuestros labios, verla sonreír, a veces carcajearse por alguna tontería que nos escuchaba decir, recuerdo la entrada a casa, verla disfrutar la compañía de sus rosales, tulipanes, y otras plantas más; ahora la veo en mis intentos por mantener el jardín de mi casa, entiendo el oasis de paz que encuentras entre las flores y la belleza de las hojas que caen y reverdecen, olvidas el tiempo, te pierdes en los trazos que dan forma y hacen peculiar a cada planta; ahí la sigo viendo, y la tengo conmigo todo el tiempo, mi madre que parece ausente unos días, me recuerda que nunca se ha ido porque insiste que sigue viviendo dentro de mí. 

Mami, el tulipán sigue floreciendo, aún en invierno.


©️Ruth Martínez Meraz