Te
posas en las manos de la luna, alzas la mirada con el dominio de un dios,
descargas la tormenta sobre la inocencia, hay sequía en tu corazón. La vida se halla
desahuciada, extingues a voluntad el
suspiro de la libertad. ¿Quién nos librará de tus cadenas?. El canto de los mirlos entristece, los
árboles se ahogan, ya no danzan las gacelas. Aún el desierto no es refugio, veo
caer las estrellas. La sonrisa es un sueño, quimera de los no nacidos. El
llanto de la estéril no te conmueve, mueren las luciérnagas. Navegas con ídolos
de acero, entre mares que contaminan las conciencias. El horizonte se pierde en
la profundidad de tu garganta, eres
paraíso de ácida fragancia. La tierra prometida
es solo una utopía.
©
Ruth Martínez Meráz.
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