Cedo al paso del tiempo, donde tu arribo exalta mi pecho, donde tus labios apresan los míos; cedo a tu amor fortuito, el escenario permanece, con nuevas tramas, uno a uno los actos se repiten, parece una rutina bien planteada, donde solo cambio el papel y el personaje, sin entender que va más allá de tan errado concepto. Giro en torno de nuevos bríos, un haz de luz me acompaña; sucumbo a tan finas atenciones, divago entre tus ojos, tu voz hipnotiza mis sentidos. Cedo, una vez más cedo, dejo la razón tras el baúl de quien no piensa, sujeto mi voluntad a la tuya, sin dejar de ser yo, eres la otra parte de mi persona, esa dualidad tan perfecta, la mezcla de dos, de almas opuestas en una, pierdo el sentido lógico, a tus palabras correspondo, dulces, amargas, frías, cálidas, nos volvemos frases que profunda huella dejan. Al final, dos contra un todo hostil, dos a favor de no reglas, al final, solo dos, en un mundo aislado, ajeno del falso concepto de que al tiempo el amor se queda, de que las heridas en su momento sanan, de que cruzar los brazos es el mejor camino, cuando nada más importe; al final solo dos, los que se atreven a jugarse todo sin cobardías que se antepongan al sueño de estar con quien más se ama, porque vale la pena, dos vueltos uno sin perder su esencia, dos que se vislumbran hacia el ocaso de una existencia plena, al aventurarse volver realidad sus ideales, sus principios, sin esperar que alguien más infiera en un destino que sólo dos construyen, en la búsqueda de un espacio perfecto en un contexto tan propio que sólo tú y yo somos capaces de comprender.
Ruth Martínez Meráz ***
Ruth Martínez Meráz ***
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