Se vive a plenitud cuando se ama a uno mismo, aceptar este ser tan imperfecto del que formamos parte, ese que comparte la almohada cada noche y se estremece al sentir los rayos del sol a través de la ventana al amanecer; hoy decidí poner en práctica quererme un poco más, no esperar que me acepten, ni que me amen, sólo ser yo, amar mi soledad, amar cuando tengo compañía, saborear la tranquilidad de leer un libro al sorbo de un delicioso café, degustar la conversación con quien se encuentre en ese momento a mi lado, endulzar mi día con la sonrisa inquieta de algún desconocido que sin saber por qué te dirige la mirada, apreciar las palabras de las personas mayores que conozco, reflexionar sobre la importancia de estar sano para proponer un mejor nivel de vida, amar mi cuerpo, con llantitas o con los típicos malestares menstruales, evitar fruncir el ceño, sonreír ante un gesto adusto. No importa donde estoy, sino con quién estoy, esas personas que me rodean y desean estar conmigo, valorar todo cuanto a mi vida aporten, darles el lugar que merecen en mi corazón, no cansarme de decir cuánto me importan, insistir en mis retoños en que la vida puede ser mejor, si ponemos algo de nuestra parte para cambiar nuestro entorno social, alejarme de esos pesimistas sin ofenderlos, ya entendí que no les puedo cambiar y no quiero que me cambien (ni podrán). Entender que el estado espiritual es importante sin caer en fanatismos, pensar cuán afortunada soy por ser quién soy, por tener lo que poseo, estar entre la gente que le importo y que me importa, dejar al destino que cobre las facturas sin gastar mis ánimos; deseo vivir a plenitud, no quedarme callada, compensar mis ofensas, corregir mis errores, aprender de las experiencias buenas o malas, educar con el ejemplo, vivir lo que pienso, leer todo lo que pueda, no hacer acepción de personas, de toda persona se aprende hasta lo más mínimo; agradecer a Dios cada mañana que comienza, descansar cada noche que llega, y si no despierto? que mi espíritu y alma estén satisfechos porque no dejaron nada pendiente.
Ruth Martínez Meráz ***
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