Me quedé esperando
al alba
sin conciliar el sueño,
aprisioné mi cuerpo contra la tierra,
cubrí mis manos de barro, traté de moldear tu imagen,
merodeé la luna, conté mil estrellas.
Observé absorto la alborada
el vino tinto colmó mi sed, apaciguó mis afanes,
al alba
sin conciliar el sueño,
aprisioné mi cuerpo contra la tierra,
cubrí mis manos de barro, traté de moldear tu imagen,
merodeé la luna, conté mil estrellas.
Observé absorto la alborada
el vino tinto colmó mi sed, apaciguó mis afanes,
aguardé paciente.
La incertidumbre me carcome...
ponzoñosa corre por mis venas, uno, dos, tres días transcurren,
escribir es lo que me queda.
Leí un libro, conté páginas cada vez, sin leer finales
atraganté mi mente de vulgaridades,
amamanté mi corazón de palabras nuevas, descubrí filosofías baratas,
me engullí de pensamientos que me llevaran a tus cercanías.
Maldecí los principios, las frases trilladas que resonaron desde mi infancia, cobré las facturas anticipadas, me rebelé de la falsedad que me rodeaba.
Sí, seguí esperando, los versos, las oraciones que hicieran ecos en los sordos, que despertaran los durmientes, que hicieran tanto ruido para no dejarles dormir más,
que armasen un revuelo, de explosiones libres, incrustándose en el alma, traspasando la trivialidad de sus sentimientos, sin desear aletargarse más.
Idealicé vieras sus rostros, transformados por un mundo diferente, aquello que soñaste, donde nuestro entorno fuera el centro de uno mismo, sin esperar más, sin dioses, sin fatuos, sin mendigos, sin mediocres, seres fríos o calientes, más no tibios, entendidos no de razones sino de entrañables sentimientos, guiados por sus sentidos, sin imposiciones.
Yo esperé, inherente a mis convicciones, que tú fueses lo más cercano de esa humanidad, único, singular, irrepetible, vasto como fuente inagotable de conocimientos, sin miserias que corrompieran y empañasen mi existencia, la tuya, la de muchos. Que no cuestionases, ahuyentándome de tu mirada, sin entender lo comprensible más allá de tus ojos, de los míos, parafraseando, uno a uno los vocablos que conjugaban las veladas eternas de nuestras charlas, incontables, alargadas sin cronómetros de por medio, mudas a este tiempo, inentendibles para los comunes, inexplicables...sólo de dos.
Dónde estás?
RMM ***
La incertidumbre me carcome...
ponzoñosa corre por mis venas, uno, dos, tres días transcurren,
escribir es lo que me queda.
Leí un libro, conté páginas cada vez, sin leer finales
atraganté mi mente de vulgaridades,
amamanté mi corazón de palabras nuevas, descubrí filosofías baratas,
me engullí de pensamientos que me llevaran a tus cercanías.
Maldecí los principios, las frases trilladas que resonaron desde mi infancia, cobré las facturas anticipadas, me rebelé de la falsedad que me rodeaba.
Sí, seguí esperando, los versos, las oraciones que hicieran ecos en los sordos, que despertaran los durmientes, que hicieran tanto ruido para no dejarles dormir más,
que armasen un revuelo, de explosiones libres, incrustándose en el alma, traspasando la trivialidad de sus sentimientos, sin desear aletargarse más.
Idealicé vieras sus rostros, transformados por un mundo diferente, aquello que soñaste, donde nuestro entorno fuera el centro de uno mismo, sin esperar más, sin dioses, sin fatuos, sin mendigos, sin mediocres, seres fríos o calientes, más no tibios, entendidos no de razones sino de entrañables sentimientos, guiados por sus sentidos, sin imposiciones.
Yo esperé, inherente a mis convicciones, que tú fueses lo más cercano de esa humanidad, único, singular, irrepetible, vasto como fuente inagotable de conocimientos, sin miserias que corrompieran y empañasen mi existencia, la tuya, la de muchos. Que no cuestionases, ahuyentándome de tu mirada, sin entender lo comprensible más allá de tus ojos, de los míos, parafraseando, uno a uno los vocablos que conjugaban las veladas eternas de nuestras charlas, incontables, alargadas sin cronómetros de por medio, mudas a este tiempo, inentendibles para los comunes, inexplicables...sólo de dos.
Dónde estás?
RMM ***
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