17.7.18

Soledad




Se desgajaban las constelaciones esa noche, Soledad perdía su mirada en la negritud del firmamento, podía escuchar el titilar del viento sobre su rostro, era invierno sobre su pecho, agitaba la respiración. No quería pensar, el silencio mitigaba su ausencia, mantenía entre sus manos un mundo de versos aún por escribir en cada rincón de la casa. Por ratos, creía escuchar el canto de los mirlos entonando sus primeros poemas, aquellos que le seguían consumiendo el corazón. Sintió el impulso de trazar en la luna una señal que le recordara el aroma de las margaritas, elevar un destello tornasol donde encapsulaba sus últimos suspiros. Permaneció quieta, absorta por la caricia de la noche, su cuerpo se relajaba, el escarceo de la inspiración transitaba su piel. La humedad en sus ojos asomó tras asir su poemario, una sola palabra sobresalía en la última página: Adiós. 

© Ruth Martínez Meráz ***

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