Se halla tu cuerpo y el mío en la concavidad del espejo, hay dos seres hechos uno, indivisibles, una misma alma, un poema sin fin. Lazos que coronan la complicidad de la luna y las estrellas, romance de noches infinitas bajo el hechizo de tus palabras susurradas a mis oídos. Guarda nuestro espejo días gloriosos de sudor y ternura, destila caricias de los romeos sobre las julietas, rebosa de amor en pleno otoño. Hay espejos en los pasillos de nuestra casa, cada uno atesora un poema escrito con tu mirada, sellado por mis labios.
Son espejos de un amor perenne.
© Ruth Martínez Meráz
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