7.11.10

Arrebato


Uno puede escuchar muchas anécdotas sobre acontecimientos violentos, circunstancias escabrosas, momentos un tanto trágicos que hacen vulnerable al ser o seres que han formado parte de ellos, víctimas muchas veces, otras, sólo testigos presenciales indirectamente afectados; hasta ahora, podría decirse que sólo pertenecía al círculo de personas que son en cierta forma testigos de oídas, esos que no tienen tanta veracidad en su testimonio, por no constarles el dicho que se permiten compartir. Algunas veces he escrito inspirada en la serie de noticias que acogen a diario en el noticiero matutino sobre la violencia que prevalece en mi entorno, en lugares aislados de nuestro país, o en territorios extranjeros, esa puede ser una virtud de quien se considera escritor, los actos que degradan a los individuos, a la humanidad de la que formamos parte, la hacemos propia, la plasmamos en un texto, debilita un tanto nuestro interior aun cuando no se quiere ver uno pesimista ante tanto infortunio. Siempre he sido una persona idealista, me considero fuerte moral y emocionalmente, creo en el hombre como creación un tanto divina, y admiro a tantos que han dejado huella al paso por este mundo...tomo nota de mis amigos, compañeros, maestros, evoluciono al apilar de cada uno de ellos todo aquello que hace madurar esta humanidad tan mía, valoro cuanto pueda invitarme a ser un mejor ser humano; pero, (siempre puede haber algún "pero") cómo retomar todo esto que proclamo creer, idealizar, pensar, cuando terribles tiempos envilecen la sociedad que me acoge?; he pasado un fin de semana muda, retraída, entre el rugir de granadas, balaceos y bazucasos, aprisionada junto con diez de mis compañeros de trabajo y un bebé de dos meses, la canción de cuna era el sonar de estos armamentos, entre la obscuridad inducida, mis oídos recibían los sollozos ahogados de quienes conmigo estaban, rezos a distancia, estallidos que me estremecían, erizaban mi piel; recordaba mi reflexión donde escribí "...lo afirmo, soy preso en una sociedad que se declara libre, libre para delinquir, para injuriar, para amedrentar, insensible ante la vejaciòn del desvalido, donde sòlo nuestros verdugos resultan incòlumes, y la impotencia se apodera de mi ser.", cómo negarlo ahora?, pasé una de las más largas noches, entre personas asustadas, enmudecidas por ratos, entre rezos y oraciones, con el escuchar del apagado llorido de un recién nacido, con risas incoherentes, entre el nerviosismo del no saber qué seguirá; sin luz eléctrica, con el servicio telefónico fallando, en estos momentos se da uno cuenta que la tecnología no sirve de mucho, viene a ser como palabras huecas; lo único rescatable de esta experiencia, puede ser que conocí más a estas personas, compañeros de trabajo que a diario compartimos una responsabilidad, de donde tal vez la amistad no trasciende más allá de los festejos ocasionales de cumpleaños, de camaradería obligada por las tareas profesionales compartidas, demostraron a pesar de sus temores ser personas fuertes, mostraron su vulnerabilidad, aceptaron no poder tener el control de sí, igual dejaron escapar su coraje y la impotencia que nos aquejaba en esos momentos, y que al igual que yo, temen por el futuro que depara a sus generaciones venideras, en la reflexión común tal vez, más que salir huyendo de esta comunidad, optar por luchar, por educar a quienes nos sucederán, valores que no engendren violencia tras violencia, sino que aporten al bien por igual, en pro de superar la crisis de que hoy somos objeto, remarcando que envilecer la humanidad sólo acaba con la pureza del alma propia; aquí no basta que hay vida más allá de la muerte, ni la promesa de un futuro divino, se trata de hacer frente a los errores de nuestros antepasados, a los míos, a los de usted, que se han dejado corromper por la vida fácil, de delegar la educación de nuestros hijos en otras personas, en otras instituciones, ellos son y serán lo que somos, es importante tomar las riendas de nuestra vida, de sus vidas, nunca es tarde para dar ejemplo fiel, de que hay honorabilidad en nuestra persona, sin tener que recurrir a las leyes ni ampararnos en un gobierno, ni justificarnos en éstos, si bien es cierto, las leyes están implementadas por el hombre y hechas por él, más el buen gobierno comienza desde la cuna. Espero no olvidar estos días que me han sacudido cual barca en la mar embravecida, sino tenerlos presentes para atisbar la melevolencia que pueda dañar la sociedad que me pertenece por derecho.

Ruth Martínez Meráz ***

2 comentarios:

  1. La violencia es mala.
    Aunque la peor, para mi. Es la auto-violencia. Hacer cosas que no quieres, huir de lo que amas ..
    Cuidate muchisimo<3

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  2. La falta de voluntad para cambiar nuestra existencia es la característica de una persona endeble, mediocre; qué podría corromper más al ser humano sino quedarse inmutable ante los actos de violencia?

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