Unas cuantas palabras pueden cambiar un concepto, una idea, un ideal, un propósito, una percepción, un destino, una vida; vivimos dependiendo de palabras, de lo que leemos a diario, de lo que escuchamos, de lo que pretendemos aprender, de lo que queremos oír, de lo que nos hace dudar, de esas frases que componen verdades y mentiras, que elevan y te dejan caer; palabras que fortalecen en un instante desesperado, otras que te apuñalan, atravesando el corazón más allá de la razón, y de la intención misma que conllevan; palabras que venidas de un gran orador instan a desear el bien, oraciones que dejan caer el vendaje de los ojos del alma para entender que una sola palabra puede destruir nuestro mundo; caemos en cuenta que al comunicarnos, aún en algún momento de coraje, desasosiego, euforia, alteración emocional, debemos frenar la lengua al pronunciarlas, permitiendo que el razocinio domine y nos permita encausar la hilación de palabras, lo que tratamos de decir, lo que deseamos que escuchen, lo que queremos transmitir....vamos entre un torbellino de voces, al son de miles de palabras que influyen en nuestra existencia, y las propias, que alteran la vida de otros, ojalá podamos alumbrar con las frases que fluyen de nuestros labios, sin empañar ni truncar la existencia de quienes nos rodean, aceptando sin excusas los errores o daños que ajenos a nuestra voluntad causaron las que hirieron a quien amamos o a quienes en un intento pidieron nuestro consejo.
Ruth Martínez Meráz ***