29.12.10

Doña Luna


Era una noche de verano, tan cálida y serena, los grillitos no dejaban de cantar y las ranas los seguían con su “croac, croac!!”, alegres como siempre las flores escuchaban, y platicando entre ellas se decían: “que más podían desear?!”, aquel huerto donde vivían tenían de todo, un lindo arroyo que pasaba al final del huerto, el cual le daba la humedad diariamente, unos árboles frutales que se elevaban ante ellas, hermosos, llenos de frutas de la temporada, tanto, que como al Sr. Naranjo, se le caían sus naranjitas rodando por la tierra ya maduras, pues sus dueños no se daban abasto al recoger canastos y canastos de ricas naranjas diariamente; todo parecía perfecto, el Sr. Viento travieso levemente movía las ramas de los árboles jugando con ellos, algunos pajarillos trinaban de emoción, aquel lugar era el más bello hogar que podían tener, más Doña Luna estaba triste, a pesar de estar en su esplendor, llena de luz por el Sol y contemplar aquel pequeño lugar que parecía un diminuto paraíso, se hallaba muy triste; quienes se dieron cuenta fueron las Nubes, eran un poco chismosas y cuchicheaban entre ellas: “te fijaste Bella?, doña Luna se ve triste!” – Si?! – dijo la Nube Regordeta, - “dicen que porque no hay estrellas que la acompañen”- “el Sr. Viento dice que es nuestra culpa”, - continuó – Tú lo crees manita?” – Ay no! Para nada! Lo que pasa que siempre anda sola, ya vez, a nosotras ni nos hace caso Bella!, para mí que sigue enamorada del Sr. Sol…pero eso si que es un amor imposible!, que se conforme con que le dé un poco de luz! – replicó la Nube; - que egoísta te oíste Nubecita! – se entrometió el Sr. Viento, y prosiguió: “Doña Luna está triste porque desea ver las estrellas junto a ella, y no es que Ustedes le estorben, pero las estrellas son el mejor complemento con su brillar para alegrar la noche, como ven?- Las Nubes, un tanto molestas contestaron: - o sea que sugieres que nos vayamos a echar agua a otra parte!?- Humm…- murmuró el Sr. Viento, - miren chicas, ven este pequeño huerto? – remolineando las hojas caídas de los árboles de aquel hermoso huerto – aja, un tanto… -dijo la Nube Bella – Bien, ahí cada noche como ésta, los grillitos cantan y las ranas los acompañan con el “croac, croac”, las flores se alegran y se ven aun más bellas, y los árboles se mecen con el vaivén de las ramas que provoco con mi viento, y los pajarillos felices posan en sus nidos, y Doña Luna mira que es perfecto, si, el perfecto complemento de esa comunidad, es entonces, cuando desea tener estrellas a su alrededor para estar completamente feliz, porque las estrellas son el mejor complemento que pueda haber para Doña Luna, son las hijas que no puede tener, entienden?, Ustedes, igual pueden estar en el día y embellecer otros horizontes al lado del Sr. Sol, pero Doña Luna? No creen que se merece ser feliz – finalizó el Sr. Viento.- Te dije Bella” – dijo la Nube Regordeta – es mejor posarnos en el día, a la gente le gusta vernos y jugar imaginando figuras con nuestras formas, cosa que no pueden hacer durante la noche, mejor vamos a darle a doña Luna una sorpresa, vayamos con las estrellas e invitémoslas a que vengan a acompañar a la Sra. Luna cada noche para terminar de embellecer este lugar – Si! La sorpresa que se llevará! – dijo el Sr. Viento, y se fueron los tres a buscar a las estrellitas, aun era de noche y las florecitas extrañaron el cálido viento, las ranitas dejaron de croar, pues el calor las hizo ir a darse un chapuzón al arroyito, los grillitos seguían cantando, esperando que el Sr. Viento volviera a soplar, de pronto,,,el cielo se iluminó! Un grupo de estrellas aparecieron centellantes, brillando en todo su esplendor!, doña Luna las recibió feliz!, el Sr. Viento, con delicadeza le contó a la Sra. Luna todo lo sucedido con las nubes y cómo éstas para compensarla decidieron marcharse, no sin antes invitar a las estrellas a quedarse para hacerle compañía, y hacer de aquellas noches de verano en aquel huerto, el lugar más hermoso. Desde entonces, aquel ranchito pintoresco, donde se hallaba el huerto, se encontraba radiante tanto de día como de noche, y la colina donde se ubicaba, se volvió el más bello lugar, donde todos disfrutaban cada minuto del día.

Fin ***

Ruth Martínez Meráz ***


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