Ciñe contra tu pecho mi corazón ahonda hasta encontrar tus latidos desangran mis venas tu nombre Pierdo mi esencia en tu sexo se erigen ébanos sobre mis senos esconden tu rostro Nido de caricias donde las aves trinan éxtasis que subyuga – sosiego al alba – Ciñe mis labios contra tu aliento envenena mi lengua déjame morir en tu cuerpo Sé el hálito que me reviva pasión desbordada erizando mi piel Sé cuerda que mordaz ahogue freno en mis delirios edén tras noches de infiernos.
Al otro lado del ordenador un sin fin de pensamientos se agolpan contra las sienes quién está al otro lado del espejo quién me escucha, quién me lee imagino un grupo de cerebros perdidos en la nada colapsados por la diversidad inmersos en sus conceptos
Divago
Me hallo sola habla mi mano sobre el teclado escudriño, me recreo en la palabra arrullo el alma entre Sabines y Benedetti mastico frases de Paz, Saramago, Galeano Cuestiono
Comulgo con algunos ideales respeto otras mentes seres asemejan mi rebeldía inconformes devoran la banalidad superflua la religiosidad contamina fanatismo que carcome Los otros Aquellos apacibles callados entre el estruendo verbos sin concebir nonatos sin balbucear Muertos Observo las inconsistencias atadas sus lenguas fingen la vida jamás florecen sus ramas estériles pasan por el camino Amargan Lucho por sobrevivir este tiempo mientras otros crean su destino invisibles, fantasmagóricos, fríos atrapados en un mundo erguido por sus utopías.
Eres desesperación, pasión dejada en la orfandad de un corazón solitario, raíz muerta del vientre estéril, peregrino a merced de sus delirios, ave desolada sin parvada, mísero ser con rostro de ángel. Llevas a cuestas un pasado que te agobia, aullidos escapan de tus entrañas, surge de ti un lobo solitario, endeble, quejumbroso, quién te librara de tu pecado? Quién ofrecerá sacrificio por la expiación de tu alma? Eres sólo carne no verbo. Marchita es la lozanía de tu juventud añorada, vejez precoz, virilidad a cuenta gotas entre tus piernas, sequedad en tus labios, las mozas huyen, burlan tus cortejos, la virginidad de sus pechos amargan. Desorbitado te encuentras en la nada, la mirada se te empapa de recuerdos, la oscuridad te cobija, eclipse entre razón y corazón a un tiempo, cierras los ojos. Ya no más amaneceres iluminan tu existencia, cala la voz de su ausencia, ahogo de palabras en rezos sin sentido, nido de memorias en los rincones, aromas de ella en tus paredes, escaldada tu lengua por su nombre. Yo, pobre hombre, no puedo darte consuelo, moribundo te acojo sin asilo en mi regazo, yace en espera de tu destino en la soledad de mi casa, sin luna que te alumbre, sin calor que te abrigue, parto para no verte sufrir.