1.5.11

A quien corresponda


Si, qué puedo decirte? no he dejado de escribir casi a diario, algunas veces pensando en cuanta cosa sucede a mi alrededor, otras, solo porque me viene ese sentir, esa necesidad de gritar lo que llevo dentro, la otra parte de mí, que se obstina en cambiar el mundo, que es terca en vociferar cuanta inconformidad le atañe; cómo expresar lo que pienso sin dañar a terceros? o cómo influenciar en la voluntad de quien me lee? no tengo una fórmula, no es en sí la intención que me obliga, es esta humanidad que me predispone, esta conciencia tan mía que no deja que vaya a la cama en paz, se apodera de mí, mis dedos obedecen trazando frases, oraciones que se van hilando entre sí, razonables o no, muy mías, y no tan lejanas de mi corazón, y tan ciertas como que mi cerebro las alberga en algún lugar de mis neuronas, mientras se encuentren vivas, agraciadas por el oxígeno que les permite existir, sin atrofiar aún la congruencia de mi pensamiento. No, no cuestiones cuanto hago o qué digo, palabras tan soeces para algunos o tan verdaderas para tí que compartes mi opinión, no pretendo agraciar a cuanto individuo me aborde, trato solamente de escribir, de sacar las espinas que me estorban en su momento, de proclamar la fortuna de vivir rodeado de seres que alegran mi existencia, de aquellos que alimentan mi alma aventurada, que sacian con una fuente inagotable de sabiduría, haciendo más ameno el camino que magullan mis pies. El sarcasmo déjalo para otros, entiende, no me vengas con esa pose, no pretendas subestimar mis principios, cuando apenas si te has atrevido a conocer el mundo; eres un fugitivo de tu destino, admítelo, decide tu propia senda, empecínate en ser humilde, acepta que aún te resta valor para escribir lo que crees, lo que sientes, lo que muy dentro de tu ser, clamas y aún guardas silencio, coartándote, boicoteándote, deja que el espíritu libre asome, y entenderás por qué no concibo dejar de plasmar la verdad de mis fantasías, recrear mis sueños, imponer mi propio vía crucis, sin caer en el martirio, porque la palabra escrita, aún revestida del más sencillo lenguaje, sangra el alma de quien resuelve afrontarse a sí mismo.
RMM ***


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